La educación, en teoría, debería ser el faro que ilumine el camino hacia el conocimiento profundo, la libertad, el pensamiento crítico y la realización individual. Sin embargo, desde los albores del siglo XX, figuras como John D. Rockefeller y, más tarde, ideologías modernas como el wokismo y el colectivismo identitario, han convertido la educación en un instrumento de control social.
Tratemos de realizar un análisis que deje en evidencia cómo, bajo la apariencia de filantropía y justicia social, se ha manipulado a la población para convertirla en una masa dócil, carente de identidad individual y dispuesta a servir a agendas políticas y económicas. La libertad individual ha sido sacrificada en el altar del colectivismo, y es hora de denunciarlo.
Rockefeller: Filantropía o manipulación disfrazada
John D. Rockefeller, el magnate del petróleo, no era un simple benefactor desinteresado. A través de la Junta General de Educación (General Education Board, GEB), Rockefeller invirtió millones en reformar el sistema educativo estadounidense. Su objetivo declarado era “promover la educación sin distinción de raza, sexo o credo”, pero detrás de esta noble fachada se escondía una agenda más siniestra: moldear una fuerza laboral obediente y carente de pensamiento crítico, perfecta para las necesidades de la industria capitalista.
Como bien señaló el educador John Taylor Gatto en su libro The Underground History of American Education, el sistema educativo promovido por Rockefeller no buscaba formar individuos libres y autónomos, sino trabajadores sumisos y predecibles. La estandarización de la educación, con su énfasis en la memorización y la obediencia, fue diseñada para suprimir la creatividad y el pensamiento independiente. En otras palabras, Rockefeller no quería ciudadanos; quería empleados.
La evolución del control: Del capitalismo industrial al colectivismo moderno
El modelo educativo de Rockefeller sentó las bases para un sistema que prioriza la conformidad sobre la individualidad. Sin embargo, esta manipulación no se limitó al ámbito laboral. Con el tiempo, las élites políticas y culturales han perfeccionado estas tácticas para promover ideologías colectivistas que aglutinan a las personas en grupos identitarios, eliminando su identidad individual y convirtiéndolas en piezas intercambiables de un “pueblo” fácil de manipular.
Hoy, movimientos como el wokismo, el feminismo radical y el activismo LGBT politizado han adoptado este mismo enfoque. Bajo la bandera de la “justicia social”, estas ideologías dividen a la sociedad en categorías opresoras y oprimidas, fomentando una mentalidad de victimización y resentimiento.
Como bien advirtió el filósofo Friedrich Nietzsche, “quien lucha contra monstruos debe cuidar de no convertirse en un monstruo”. En su afán por combatir supuestas injusticias, estos movimientos han creado una nueva forma de opresión: la tiranía de lo políticamente correcto.
La pérdida de la identidad individual
Uno de los mayores logros de estas ideologías ha sido la erradicación de la individualidad. Al agrupar a las personas en colectivos basados en raza, género u orientación sexual, se les niega su identidad única y se les reduce a meros representantes de una categoría. Esto no es casualidad; es una estrategia deliberada para debilitar el pensamiento crítico y crear una masa homogénea y maleable.
El wokismo, por ejemplo, no busca la igualdad, sino la homogenización. Bajo su narrativa, no existen individuos con ideas propias; solo existen “blancos opresores” y “minorías oprimidas”. Esta mentalidad no solo es simplista, sino peligrosa, ya que justifica la censura, la persecución de disidentes y la imposición de dogmas ideológicos. Como señaló el psicólogo Jordan Peterson, “el wokismo es una ideología totalitaria disfrazada de progresismo”.
El Estado y la institucionalización del colectivismo
Estas ideologías no operan en el vacío; son promovidas y financiadas por élites políticas y económicas que buscan expandir el control estatal. El Estado, lejos de ser un árbitro neutral, se ha convertido en el principal promotor de estas agendas. A través de leyes, políticas educativas y subsidios, se institucionaliza el colectivismo y se socavan las libertades individuales.
El feminismo radical, por ejemplo, ha logrado imponer cuotas de género en empresas y gobiernos, no por mérito, sino por identidad. El movimiento LGBT ha conseguido que se legisle sobre el lenguaje y la expresión, criminalizando opiniones disidentes.
Estas no son victorias para la libertad, sino para el control estatal. Como bien advirtió Friedrich Hayek en Camino de servidumbre, “el control económico no es solo control de un sector de la vida humana; es el control de los medios para todos nuestros fines”.
El wokismo y otras aberraciones modernas
El wokismo es quizás el ejemplo más claro de cómo estas ideologías se han convertido en herramientas de control. Bajo la excusa de combatir el racismo y la discriminación, se ha impuesto una cultura de la cancelación que silencia cualquier voz disidente. Universidades, empresas y medios de comunicación han adoptado esta narrativa, promoviendo una ortodoxia ideológica que no tolera el debate ni la diversidad de pensamiento.
Esta no es una lucha por la justicia, sino por el poder. Como señaló el escritor George Orwell, “en una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Hoy, decir la verdad puede costarte tu empleo, tu reputación y hasta tu libertad. Esto no es progreso; es regresión.
¿Por qué defender la libertad individual?
La educación y las ideologías dominantes han sido utilizadas históricamente para manipular a las masas y erosionar las libertades individuales. Desde Rockefeller hasta el wokismo, el objetivo ha sido el mismo: crear una sociedad dócil, carente de pensamiento crítico, preparando una colectividad de personas sin individualidad, dispuesta a servir a las agendas de las élites, sin que se enteren de ello.
Frente a esta realidad, es imperativo defender la individualidad, el pensamiento crítico y la libertad de expresión. Como bien dijo Ayn Rand, “el hombre que no piensa por sí mismo no piensa en absoluto”. Debemos rechazar el adoctrinamiento colectivista y recuperar la educación como un instrumento de liberación, no de control. Solo así podremos evitar que las masas se conviertan en manadas y que las libertades individuales sean sacrificadas en el altar del estatismo y la ideología.
Citas y referencias:
- John Taylor Gatto, The Underground History of American Education.
- Friedrich Hayek, Camino de servidumbre.
- Ayn Rand, La rebelión de Atlas.
- Jordan Peterson, 12 Rules for Life.
- George Orwell, 1984.