En 2023, un descubrimiento en la Biblioteca del Vaticano sacudió el mundo de la teología y la historia medieval: un fragmento oculto del Evangelio de Mateo, escrito en siríaco antiguo hace 1,500 años, emergió tras siglos de silencio. Encontrado por el medievalista Grigory Kessel, este texto, escondido bajo capas de escritura en un palimpsesto, ofrece detalles inéditos sobre las Escrituras y desafía lo que creíamos saber del cristianismo primitivo.
Usando tecnología ultravioleta, Kessel desenterró un capítulo perdido que no solo amplía nuestra comprensión de los Evangelios, sino que también resalta la fragilidad y riqueza de los manuscritos antiguos. Este artículo explora qué revela este hallazgo, cómo se descubrió y por qué está revolucionando el estudio bíblico.
El hallazgo: Tecnología moderna al rescate de un texto perdido
El descubrimiento tuvo lugar en los archivos de la Biblioteca Apostólica Vaticana, un tesoro de manuscritos antiguos. Grigory Kessel, investigador de la Academia de Ciencias de Austria, empleó fotografía ultravioleta (UV) para revelar lo que yacía bajo la superficie de un pergamino reutilizado. En la Edad Media, el pergamino —hecho de pieles de animales— era escaso y costoso, lo que llevaba a los escribas a raspar textos viejos y sobrescribirlos, creando palimpsestos.
Este manuscrito en particular tenía tres capas: un texto original en siríaco del siglo VI, una capa en griego añadida en Palestina y, más tarde, una en georgiano. Solo la luz UV pudo penetrar este rompecabezas histórico, exponiendo el Evangelio perdido.
El texto pertenece a la traducción del Antiguo Siríaco, una versión de los Evangelios creada alrededor del año 250 d.C., anterior a la Peshitta, la Biblia siríaca estándar. Publicado en New Testament Studies (2023), el fragmento cubre Mateo 11:30-12:26 y es uno de solo cuatro manuscritos conocidos de esta tradición, junto al Códice Sinaítico Siríaco y el Curetoniano. Su antigüedad y rareza lo convierten en un puente directo a los primeros siglos del cristianismo, cuando las comunidades siríacas adaptaban las Escrituras a su lengua y cultura.
Detalles que cambian la narrativa: Lo que dice el texto
El fragmento no es una mera copia; aporta matices que las versiones modernas omiten. En Mateo 12:1, donde los discípulos recogen grano en sábado, las traducciones estándar dicen que «comenzaron a arrancar espigas».
El texto siríaco añade que «las frotaban con sus manos», un detalle que sugiere una acción más deliberada y cotidiana, según Kessel en su análisis. Este matiz, aunque sutil, podría alterar interpretaciones teológicas sobre el trabajo en sábado y la humanidad de los discípulos, mostrando una escena más vívida que el griego o el latín posteriores estandarizaron.
¿Por qué estas diferencias? El Antiguo Siríaco, traducido directamente del griego o arameo en el siglo III, refleja una tradición más cercana a los originales, antes de que las revisiones uniformaran los Evangelios. Hugh Houghton, de la Universidad de Birmingham, comentó en The Conversation (2023): «Cada manuscrito temprano es una pieza del rompecabezas textual; este nos lleva más cerca de las palabras que Jesús pudo haber inspirado». Comparado con la Peshitta (siglo V), este texto es menos pulido, preservando un estilo crudo y auténtico que emociona a los estudiosos.
El contexto del palimpsesto: Una historia en capas
El manuscrito cuenta su propia historia a través de sus capas. Originalmente escrito en siríaco en el siglo VI, probablemente en un monasterio de Mesopotamia o Siria, fue raspado siglos después en Palestina para un texto griego, quizás por la llegada de nuevas tradiciones o la escasez de materiales tras las invasiones árabes del siglo VII.
En el siglo X, una capa georgiana —posiblemente obra de Iovane Zosime, un escriba conocido por su trabajo en el Monte Sinaí— se añadió, sugiriendo que el pergamino viajó a través de rutas monásticas cristianas. Expertos especulan que pudo haber sido cortado en dos durante alguno de estos reusos, con la otra mitad aún perdida, según Claudia Rapp, directora del Instituto de Investigación Medieval de Austria (Academia de Ciencias de Austria, 2023).
Esta reutilización no era inusual, pero su complejidad —tres idiomas, tres épocas— lo hace excepcional. La fotografía UV, que detecta tintas invisibles al ojo humano, fue clave para desentrañar esta triple narrativa, demostrando cómo la tecnología moderna puede rescatar el pasado. «Es un testimonio de la interacción entre ciencia y humanidades», afirmó Rapp, destacando su relevancia para la investigación medieval.
Reescribiendo la historia bíblica
El hallazgo tiene implicaciones profundas. Primero, enriquece nuestra comprensión del Antiguo Siríaco, una tradición que influyó en comunidades cristianas de Oriente Medio antes de ser eclipsada por la Peshitta y las versiones latinas. Segundo, plantea preguntas sobre la transmisión textual: ¿cuántos otros capítulos perdidos yacen en palimpsestos olvidados? Según Journal of Biblical Literature (2020), menos del 1% de los manuscritos cristianos tempranos han sobrevivido; este fragmento sugiere que aún hay mucho por descubrir.
Teológicamente, los detalles como «frotar el grano» podrían avivar debates sobre la historicidad y el simbolismo de los Evangelios. Para los historiadores, el manuscrito ilumina la vida monástica y las rutas culturales entre Siria, Palestina y Georgia. Incluso hay especulación: ¿podría Iovane Zosime, si fue el escriba georgiano, haber conocido el valor del texto siríaco que cubrió? Hasta marzo de 2025, su identidad sigue sin confirmarse, pero su posible vínculo añade intriga.
Un eco de 1,500 años que resuena hoy
El manuscrito siríaco de 1,500 años descubierto por Grigory Kessel no es solo un pedazo de pergamino; es una ventana a los orígenes del cristianismo, revelada por la luz ultravioleta y el ingenio humano.
Oculto bajo capas de griego y georgiano, este fragmento del Evangelio de Mateo nos acerca a las palabras de hace casi dos milenios, con detalles que las Biblias modernas olvidaron. Desde los discípulos frotando grano hasta la mano de un escriba medieval, este hallazgo reescribe la historia y nos desafía a mirar más allá de lo visible. Mientras reposa en la Biblioteca del Vaticano, su mensaje susurra: el pasado aún tiene secretos que contarnos, esperando a ser iluminados.
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