Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, más conocida como sor Juana Inés de la Cruz, nació el 12 de noviembre de 1648 en San Miguel Nepantla, México, y murió el 17 de abril de 1695, en Ciudad de México.
Sor Juana Inés de la Cruz nació al sureste de la Ciudad de México, y a la vista de dos de sus volcanes más impresionantes, Popocatepetl e Ixtaccíhuatl, este tranquilo pueblo produjo una de las más grandes poetas líricas de México.
Sor Juana Inés de la Cruz fue una científica autodidacta, filósofa, alumna de la escuela filosófica, compositora y poeta de la escuela barroca. Además, fue monja de la Orden de San Jerónimo de la Nueva España, a quien comúnmente se le conocía con el sobrenombre de «Fénix de América» o simplemente «Fénix Mexicana».
Fue una de las escritoras y poetas más destacadas del período colonial estadounidense. Hablaba con fluidez latín y náhuatl, idioma que hablaba la civilización azteca. Desde temprana edad fue reconocida como una gran filósofa y es considerada una de las personas más influyentes en la sociedad mexicana.
Temprana vida ligada a la literatura
Sor Juana Inés de la Cruz se distinguió por datos insólitos de su infancia. Tenía tres años cuando aprendió a leer por su cuenta, a los seis ya escribía, bordaba y cosía, lo que en ese momento se consideraba una educación completa para una joven. A la edad de ocho años, comenzó a escribir poemas, y en el mismo período leyó por completo la biblioteca de su abuelo, incluidas obras filosóficas, teológicas y médicas.
Tenía 15 años cuando fue presentada a la corte real y pronto se convirtió en la primera dama de honor de la reina. Después de eso, toda la alta sociedad se enteró de su talento y creatividad.
Vida de la joven monja y escritora
Antes de ser profesora, fue esposa del Virrey Mancera. La impulsaba un gran espíritu y la acompañaba un gran deseo de saber. Esto la llevo a padecer situaciones de confrontación con las convenciones de su tiempo, porque no veían con buenos ojos que las mujeres fueran capaces de interesarse intelectualmente y de pensar por sí mismas.
Durante su destreza literaria, conoció al padre Vieira, un jesuita. Lo hizo a través de la predicación que desafió el debate sobre los límites entre lo mundano y el más allá, entre el amor de Dios y el amor del hombre.
Esta controversia provocó que el obispo de Puebla, d. Manuel Fernández de Santa Cruz (Sor Filotea), se pone en contacto con él para aconsejarle que abandone la literatura profana y se dedique de lleno a la religión.
Juana Inés se defendió basándonos en una carta autobiográfica en la que puso sobre la mesa los derechos culturales de las mujeres y afirmó que tenía derecho a criticar y cuestionar la prédica. A pesar de la abrumadora respuesta, cumplió con la orden del obispo y vendió todos los libros.
Juana Inés de la Cruz se convirtió en una hermosa niña y los fanáticos no la dejaban descansar. Sin embargo, la joven decidió hacerse monja. El monasterio es el único lugar donde una mujer puede tranquilamente hacer un trabajo científico, así explicó su movimiento.
Juana Inés de la Cruz pasó a la historia como una poeta revoltosa, desobediente y autosuficiente, cuya obra aún se sigue publicando.